Hoy en día es muy común utilizar filtros para mejorar nuestra imagen, esconder imperfecciones y hasta aparentar lo que no somos. La gente se fija y le da importancia a cómo nos vemos y lo que tenemos, pero a Dios no le impresionan nuestras apariencias.
Dios te ama tal y como eres, y no tienes necesidad de usar filtros para acercarte a El. Tus “manchas”, “arrugas”, “imperfecciones”, “cicatrices” no deben avergonzarte. Cristo te ama. Cuando entiendes esto, hay un peso muy grande que te quitarás de encima, porque la presión de siempre agradar a la gente es muy grande.
Por otro lado, recuerda que no todo lo que brilla es oro. La gente “perfecta” en las redes sociales también tienen sus luchas y su vida no es tan perfecta como parece. Que tu meta no sea llegar a ser como ellas, sino como Dios te ha creado; eres una creación admirable (Salmo 139)
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