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En un mundo donde la incertidumbre, la maldad, el negativismo y el pesimismo parecen reinar, es fácil desanimarse y perder la esperanza. Las noticias nos bombardean con tragedias, las redes sociales nos muestran una realidad distorsionada y a veces, hasta nuestros seres queridos pueden contribuir a ese ambiente de desaliento.
Pero como cristianos, tenemos una responsabilidad diferente: animarnos unos a otros cada día. Así como lo dice Hebreos 3:13, estamos llamados a ser faros de luz en medio de la oscuridad, a contagiar esperanza y fe.
Somos llamados a construir, a fortalecer, a edificar y a animar. No a destruir, a debilitar, a derribar o a desanimar. Nuestras palabras y acciones tienen el poder de levantar o hundir a quienes nos rodean.
Hoy quiero recordarte que Dios está contigo, aunque no lo sientas y todo parezca indicar lo contrario. Él no te abandona. Puede que las circunstancias sean difíciles, que las pruebas te agobien y que el camino se vea oscuro, pero Dios sigue ahí, a tu lado, sosteniendo tu mano.
Recuerda que Dios tiene planes de bien para ti. Jeremías 29:11 dice: “Porque yo sé los planes que tengo para vosotros —declara el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, para daros un futuro y una esperanza.” Tu vida, tu familia y tu futuro están en las manos de Dios.
¡Anímate y sigue adelante! No te rindas, no te desanimes. Busca a Dios en oración, lee Su Palabra, rodéate de hermanos en la fe que te fortalezcan y animen. Y sobre todo, recuerda que no estás solo. Dios está contigo.
Comparte palabras de aliento, una sonrisa, un abrazo. Pequeños gestos que pueden hacer una gran diferencia en la vida de alguien más. Recuerda, el amor de Dios es nuestra mayor fuente de ánimo y fortaleza.